sábado, 7 de marzo de 2020

LA INMUNDA RAZÓN DE LA DESTRUCCIÓN DE VENEZUELA


LA INMUNDA RAZÓN DE LA DESTRUCCIÓN DE VENEZUELA

Por Xavier Padilla

ERRÓNEAMENTE se piensa que la desgracia de Venezuela consiste en una de estas dos cosas:
    1) el fracaso de un modelo (socialismo);
    2) la mala aplicación de dicho modelo (tesis defendida por los adeptos del socialismo).
    Pues bien, a priori podríamos pensar, creyéndonos muy listos, que en nuestro caso se trata de las dos cosas a la vez: la desastrosa y por tanto también inútil aplicación de un modelo en sí mismo inviable.
    Pero no, este aglomerado no nos hace tan listos como pudiera parecer. Hete aquí, justamente, que nos hace rotundamente ingenuos, pues es ante semejante conjunción esperpéntica (modelo inviable + aplicación desastrosa) que deberíamos inferir, sin temor a equivocarnos, la existencia de otra realidad que no advertimos y nos pasa de largo. Una razón de fondo, disimulada tras estas fatalidades que percibimos en primer plano, la cual nos indica que lo ocurrido en Venezuela no tiene realmente nada que ver con la ruindad de un modelo ni con su torpe aplicación, sino necesariamente con OTRA COSA.
    Cuando se tiene un modelo, sea el que fuere, sus adeptos indefectiblemente tratan —al menos TRATAN— de aplicarlo. En Venezuela no, la aplicación del modelo se convierte en la antítesis misma de cualquier aplicación, reúne todos los elementos necesarios para garantizar que el modelo NO funcione. Lo que ha habido en nuestro país es un simulacro de aplicación, una parodia de instauración, no simplemente una mala puesta en marcha del socialismo. Y, como sabemos, todo simulacro, toda parodia es un montaje. Lo cual nos lleva a concluir algo terrible: Venezuela ha venido siendo el teatro de un guión tan macabro como astuto, en el que se ha utilizado una caricatura del socialismo y de su instalación (la misma que estamos listos a rechazar por convicción) como una cortina de humo para realmente instalar el socialismo.
   ¿Cómo es esto? Muy simple, el socialismo se ha servido de la imagen típica del socialismo, con toda su parafernalia de ridículas consignas morales y antiimperialistas desprestigiadas desde finales del siglo XX, para empobrecer brutalmente a una nación y con ello dejarla, por decirlo así, en cuatro bloques, esto es, en las condiciones ideales para ser rescatada por una coalición de potencias mundiales antiamericanas, o no alineadas, rivales de EEUU y básicamente lideradas por Rusia y China. El empobrecimiento se trata, pues, de un plan, y todo parece indicar que este plan, llevado a cabo por el chavismo en plena coordinación con dichas potencias, fue concebido por la izquierda internacional después de la caída del bloque soviético como lo único que podía garantizar que las mayores reservas de petróleo (léase energía) del mundo quedasen en el siglo XXI —al igual que muchas otras riquezas venezolanas— al servicio de la GRAN CAUSA INTERNACIONAL DEL COMUNISMO.
    Nada mejor que ocultar una cosa con la cosa misma.
    Mientras tanto, la ingenuidad común de la opinión pública se entretiene en relegar el problema de Venezuela al reino de la imperfección, de la mediocridad, de las fallas, y no al de la planificación; a asimilarlo al fracaso de una ideología errónea, fácil de asociar a la doble moral de delincuentes, criminales, corruptos, mafiosos, asesinos que detentan el poder por las armas, conectados con la inteligencia cubana, el narcotráfico y el terrorismo. Todo lo cual, aun siendo verdad, es sólo parte del guión. Un guión en el cual todas estas mañas no sólo son permitidas sino necesarias para desviar la atención hacia ellas mismas en calidad de causas superficiales, dejándonos eficientemente alejados de las causas reales y fundamentales. La barbaridad que salta a la vista es una pantomima deliberadamente exagerada de las «fallas», para convencernos de que la ineficiencia y la corrupción son causas circunstanciales y principales en el empobrecimiento del país. Es necesaria una enormidad que nos disuada de buscar las causas en otro lado. Por ello todo adquiere un carácter magnificado, desproporcionado; la indolencia en el abandono de la infraestructura productiva es homérica, sobre actuada, presenta una dimensión irreal; la impudicia del soberbio totalitarismo (representado en neroncitos como Diosdado) se mete a complementar por asociación en nuestra ingenua mente el hábitat de la supuesta ineficiencia de estos déspotas. Todo es parte de una fachada hacia la cual se necesita atraer a la opinión pública, que permanece entonces entretenida en lo prosaico de un relato fácil, conocido, como la ya proverbial incapacidad del socialismo, o en el simple anecdotario detectivesco tras las pistas del crimen organizado. El objetivo es mantener la atención del mundo ceñida a temas genéricos que no sugieran para nada la existencia de un plan, sino más bien la existencia de aquello que representa todo lo contrario de algo inteligente: un error.
    La mayoría opositora pisa en masa el peine. Todos sin excepción degustan la versión «ineficiencia + modelo inviable» que el régimen quiere que degusten. La pirueta es exitosa.
    De allí que para los autores del plan sea necesario llevarlo todo a lo vulgar, homologarlo a la categoría del saqueo de malandros; al atraco trivial, que le puede ocurrir a cualquiera, en pleno día, a los ojos del mundo. Incluso a un país. A la escala de un país la acción no cambia de categoría, sólo de dimensión, sigue siendo corriente, de igual naturaleza casual; constituye otra escena cotidiana y pintoresca del mal haciendo de las suyas incontroladamente. Todo lo cual es, para explicar a Venezuela, evidentemente INSUFICIENTE!
    Imposible que sólo se trate del hampa común instalada en las altas esferas, haciendo de las suyas por pura maldad cavernaria. Por mucho que se trate de bestias depravadas ocupando la cúpula del poder, ellas solas no llegan a explicarlo todo. Porque la pura bestialidad no llega a explicarlo todo. Lo de Venezuela es demasiado inaudito, demasiado perfecto.
    No existe tal cosa como la lotería de la mala racha, ni algo como el país pendejo de turno. Lo que está viviendo el que hasta no hace mucho era por todos conocido como «el país más rico de Latinoamérica» no es fruto del azar, ni el producto de una historia nacional llena de errores, que no es más imperfecta que la de cualquier otro país. Lo que ocurre en Venezuela no tiene nada que ver con la suerte. Es una operación perfectamente deliberada, que no se reduce a la simple naturaleza hamponil de unos sátrapas incapaces. Corresponde, en cambio, a un diseño, bien concreto y comprensible. Hagamos un breve recuento.
    Si recordamos bien, el régimen no profesaba al comienzo una tendencia ideológica muy definida, fue forjándose gradualmente una identidad socialista. Esto fue ocurriendo en la medida en que iba siendo captado por ella, desde el exterior. Luego el régimen llegó a consagrarse como el portavoz mundial del Socialismo y el símbolo renovador de la izquierda internacional. Chávez, chequera en mano, vio que esa imagen le funcionaba de maravilla y se dedicó a explotar ese perfil, literalmente a realazos. Pero al lanzarse por ese sendero, haciendo alianzas económicas por todo el mundo bajo el signo ideológico del Socialismo, no sabía muy bien lo que estaba creando en realidad. Ignoraba que estaba entregándose a algo mucho más grande que él, y que estaba poniéndole un precio al futuro de su poder.
    Habiéndose comprometido con la izquierda internacional, tenía que asumir obligaciones. A escala internacional, nada es de gratis, ni siquiera la explotación de una bandera ideológica resentida, recientemente derrotada y llena de frustradas ambiciones. Mucho menos para un aspirante a gloria novato, rico y botarata. El asunto se tornó en algo serio para su aspiración y culminó siendo una decisión de vida, porque la ideología comunista tiene principios muy específicos que la comprometen a una ética y a una serie de acciones y misiones, muy específicas también, que deben ser adoptadas de manera estricta y obligatoria por quien quiera que haga suya la doctrina; más aun por quien pretenda representarla. Esto es universalmente así, especialmente en materia de explotación de la marca. Cuestión de copyright…
    En suma: ¡existen compromisos! No es un juego de carritos: si entras en la Logia —dicen los estatutos doctrinarios—, tienes que asumir sus reglas. Es una ortodoxia, una tradición engreída, muy orgullosa de sí misma, ultra narcisista; y no importa en el extranjero si eres chistoso y haces reír a la gente; si cantas y declamas; si vienes del trópico y hablas con los árboles…
    Chávez y su régimen entraron a formar parte de algo superior a su gobierno; algo en ningún modo limitado al territorio nacional, ni a ningún territorio nacional. El Manifiesto del Partido Comunista nos recuerda que el objetivo fundamental del Socialismo es la DESTRUCCIÓN DEL CAPITALISMO. El Socialismo es el instrumento, la etapa intermedia para llegar al Comunismo, y para llegar a él hay que destruir al capitalismo. Y nos recuerda también que el Comunismo es una doctrina INTERNACIONALISTA que reúne a todos sus adeptos en una gran nación virtual, por encima de sus naciones particulares. Chávez y su liderazgo contrajeron un doble compromiso: el de la destrucción del capitalismo y el de supeditar su nación particular, Venezuela, a la supra nación internacional del Socialismo. ¿En qué se traducía esto en concreto? En que Chávez asumía también la misión de operar el traspaso de todas las riquezas del país a la Gran Causa, liderizada por supuesto por las grandes potencias históricas del Socialismo. Las cuales ostentan derechos jerárquicos por antigüedad y poder económico-militar. Simple cuestión de dinástica revolucionaria para los acérrimos críticos de las dinastías.
    También el régimen de Cuba, vale señalar, tiene sus letras de nobleza en la dinastía revolucionaria, no sólo siendo el lambucio intermedio de siempre, sino también la interface estratégica —para nada inútil—legada por Fidel. Pero Rusia y China, los llamados grandes aliados de la Revolución Bolivariana, son los verdaderos líderes y herederos milenarios —así se auto perciben— del proyecto comunista.
    Chávez, ahora supremo líder pero en la galaxia, virtualmente firmó ese pacto desde que se entregó voluntariamente a las filas de la izquierda internacional y se convirtió en el ícono milenarista del socialismo. El compromiso era ineludible. Y el precio más que claro. Precisamente a eso aluden sus herederos cuando hablan del “Legado”: LA DEUDA en cristiano.
    No hay que dejarse confundir por la orgía de corrupción y destrucción desatada por el régimen tras la muerte de Chávez. Es parte esencial del Gran Plan socialista (de CUOTAS…).
    La corrupción, el desvalijamiento del país, la destrucción de la institucionalidad, la creación de un Estado de facto a través de la Constituyente, la hegemonía de todos los poderes, el control de las gobernaciones, de las alcaldías, la destrucción de la economía, la hiperinflación inducida: todo es esencial en la GRAN MISIÓN de transferir las riquezas del país a la GRAN CAUSA. Dicho conjunto de carencias y aberraciones crea las condiciones necesarias para ello. Porque para poder poner esas riquezas al servicio de ese objetivo máximo que es la DESTRUCCIÓN DEL CAPITALISMO, primero hay que destruir al país, llevarlo a un ESTADO DE MISERIA tal que deba recurrir inexorablemente a la asistencia extranjera (pre-seleccionada) y quede así endeudado IRREVERSIBLEMENTE hacia sus acreedores predeterminados; pero tanto que no pueda pagarles lo recibido y pasen a ejercer su derecho legal de embargar nuestras riquezas y explotarlas legítimamente (en favor de la Gran Causa).
    Teóricamente, es un triunfo porque haberle traspasado las riquezas venezolanas a la GRAN PATRIA del socialismo internacional es, según la retórica antiimperialista, habérselas arrebatado de las manos al IMPERIO.
    Esto es lo que está pasando realmente detrás de las fachadas funcionales de la ineficiencia y la corrupción, ambos instrumentos de la película y no la película misma. Pero no lo entendemos, nos vamos quedando en la narrativa equivocada, torpe y tercamente enfocados en lo superficial: que se trata de una narcotiranía (que sin duda lo es, pero …); de una mafia corrupta (que lo es…); de un modelo fracasado (que evidentemente lo es…); pero en eso nos quedamos, sin tocar el meollo, deambulando en lo periférico, en lo anecdótico; sin explicar cabalmente el problema, sólo presintiendo —parcamente— que alguien estaría tirando de los hilos, pero sin que siquiera intuyamos la profundidad REAL de la escena.
    Allí donde los vemos, Rusia y China comprometen, por el legado de Chávez, al régimen a delinquir contra su propia nación en favor de LA CRAN CAUSA, lo cual éste hace por supuesto de pleno acuerdo con dichas potencias enemigas de Occidente, las cuales se convierten en sus únicos futuros destinos de escape. Por eso, una vez comenzado el enmiseramiento deliberado de Venezuela, que para el régimen es tanto misión como sobrevivencia, ya éste no puede volverse atrás, debe continuar destruyendo a su país. Porque al igual que en la mafia, una vez adentro ya no hay salida.
    A los venezolanos nos parece extraño haber llegado a tanta miseria, siendo a nuestro país al cual toda Latinoamérica emigraba hasta hace poco. ¿Cómo es posible semejante prodigio? Es allí que uno debe decirse: "Un momento, esto no ha ocurrido en ninguna parte del planeta, esto no tiene precedentes, esto no es conocido, ESTO NO EXISTE!"
    ¡Es demasiado extraño y demasiado extremo! Pero es precisamente por esta vía de no creer en lo imposible que debemos meternos sin vacilación para encontrarnos con lo posible, por muy inaudito que sea. Lo inaudito sólo tiene razones inauditas y no por inauditas dejan de ser ciertas. Como tampoco dejan de ser inauditos los hechos, la destrucción inaudita de Venezuela.
    La explicación más plausible es que nos encontramos ante un plan en curso, en pleno ejecútese ante nuestras narices. Nada de esto puede corresponder a una simple casualidad. En política semejantes catástrofes no ocurren por azar, ocurren calculadamente, como todo en política. Quienes piensen que exagero, que invento una teoría conspiracionista para explicar lo inexplicable, pregúntense entonces por qué lo que ocurre en nuestro país no podría tener una explicación fuera del ámbito de la suerte. Explicarlo todo con la casualidad, con la buena o la mala suerte, es siempre muy cómodo.
    Venezuela ha estado comiendo de la basura y eso no ocurre por sí solo, sin intereses. Un país rico no sucumbe por sí mismo, sin un plan inteligente. Donde hay riquezas y recursos nunca hay inercia, hay vectores, intención; y para romper esas tendencias (que son propias por defecto a cualquier sitio donde haya valores y riquezas) se necesita primero de una agenda que vuelva pedazos al lugar. Justo como en Venezuela.
    La riqueza, al igual que la energía, nunca se pierde, sólo se transforma, se transfiere, cambia de manos… Con el discurso del antiimperialismo, un país rico como Venezuela estaba condenado a perderlo todo. La doctrina no perdona, compromete a sus soldados a probar su fidelidad, y la prueba consiste en que den todo lo que tiene su país a LA GRAN CAUSA; los militantes están dispuestos a poner a su país a comer de la basura. Porque la izquierda, que se felicita de ser materialista, no tiene país, tiene entelequias, dogmas y sueños húmedos con fantasmas. Es internacionalista.
    Venezuela, con su codiciado petróleo, no podía cometer error más grande que caer en manos del socialismo. A un país así le toca automáticamente la gran misión: hacerse la heroína comiendo de la basura para poder operar el GRAN TRASPASO.
    ¿Se han dado cuenta de que no faltan riquezas en Venezuela, solamente dinero? Las cosas cuando no tienen pies ni cabeza, tienen pies y cabeza… Si esta tragedia continúa, veremos que las más grandes reservas de petróleo del mundo, una vez transferidas legalmente a sus acreedores, dejarán al pueblo al que le pertenecen moribundo y zombie en un principio, pero dando las gracias luego, al ver funcionar de nuevo —gracias al «traspaso»— los servicios básicos y ver mejorarse ligeramente la economía. ¡Qué tristeza! Un pueblo que llorará de alegría al ver los anaqueles otra vez medianamente llenos, las colas reducirse de algunos metros, la inflación bajar de 6 a 5 cifras porcentuales… No parará de aplaudir, porque fue entrenado para ello al haber sido objeto de un condicionamiento brutal durante el proceso de empobrecimiento material y de conculcación de todas sus libertades, en el marco de un experimento social del cual nadie sale ileso.
    A menos que haya una intervención militar extranjera cuanto antes, ese es el pronóstico más probable, el de una esclavitud infinita. Y sí, es materialmente imposible que la solución venga desde dentro, la masa crítica del problema superó esa posibilidad hace una década.
    De ahora en adelante lo que queda es llamar a las cosas por su nombre, explicarle al mundo por todos los medios posibles que Venezuela es apenas un paso intermedio en una revancha a muerte del Socialismo contra el mundo liberal. No somos nosotros nada más, hay que hacer entender que esto es una cadena, que sólo somos la víctima momentánea a través de la cual los enemigos del mundo civilizado ya han comenzado a adquirir un empoderamiento fatal para el hemisferio. Nuestro problema no es exclusivamente nuestro, es de todos en el planeta. Se justifica, pues, de urgencia una intervención militar extranjera; a menos, claro, que hayamos decidido cooperar, por omisión, en la planificación de nuestro propio exterminio.

X. P.