viernes, 1 de marzo de 2024

Todo ex-país deviene quincalla



Por Xavier Padilla 

¿A que es cierto que al oír la palabra «independencia» los venezolanos pensamos en «yugo» y en «cruel imperio español»? Haber usado «independencia» en vez de «secesión» fue para los vencedores de aquella hecatombe triunfar también en el plano de la propaganda. Decir la verdad, que era una «guerra civil» (auspiciada además por Gran Bretaña), era perder el país. Había, pues, que llamarla «independencia».

    Estos jóvenes ricos y privilegiados de la oligarquía mantuana, a quienes el ocio de sus vidas mundanas y afrancesadas les imponía una revolución contra el aburrimiento, estuvieron así obligados a mentir no sólo para montar aquella guerra, sino acerca de qué tipo de guerra fue la que luego ganaron: no una civil, sino una asistida de principio a fin por potencias extranjeras. Para montarla, pieza por pieza, primero se escondieron detrás de una falsa defensa del Rey Fernando VII, cautivo por Napoleón, pasando enseguida, sin rubor, y a punta de sofismas históricos, a una ofensiva incomprensible contra la Corona; ofensiva liderada desaforadamente por un joven Bolívar fuera de sí, resentido hasta el paroxismo, basada en falsas reivindicaciones, totalmente ficticias y negro legendarias, alegando una letanía de supuestas discriminaciones de las que él mismo era un desmentido encarnado. Luego, ya entrada la guerra, resulta que esta era entonces contra un extranjero invasor, contra un intruso (¡España!), no contra sus propios paisanos caraqueños, venezolanos, que defendían a su Rey, a su Corona.

    Al final de la guerra, tras el triunfo de esta revolución importada, aun menos iban a llamarla los conjurados una guerra interna entre separatistas y unitaristas. Ya, como toda farsa, desde el comienzo le habían cambiado el nombre. Fue Bolívar, prácticamente solo, quien inventó que éramos una colonia en vez de una provincia, es decir, quien decretó que existía lo inexistente (la colonia) y quien, para que lo existente (la provincia) no existiera, la aniquiló. Decidió el lanzamiento de esta guerra civil inventándola de la nada y llamándola por otro nombre. Luego, después de un primer y torpe fracaso militar contra el orden popular, que eminentemente realista, y que le salió al paso y lo obligó a huir por mar, regresó desde occidente convertido en un Atila demente, poseído por el espejismo de una colonia inexistente, decidido a crearla en el acto mismo de aniquilarla.

    Así, a falta de monstruos contra quienes aplicar su terror, fue inventando estos a su paso. A su llegada a Caracas escribió: «…marché sin detenerme por las ciudades y pueblos de Tocuyito, Valencia, Guayos, Guacara, San Joaquín, Maracay, Turmero, San Mateo y La Victoria, donde todos los europeos y canarios casi sin excepción, han sido pasados por las armas». Así lo confesó con orgullo neronino en carta al separatista Congreso de la Nueva Granada, el 14 de agosto de 1813. Su primer asesinato en masa de civiles, inaugurado por decreto 60 días antes de esta misiva, de la cual, valga el paréntesis, curiosamente el Archivo oficial en línea del Libertador, en manos del «gobierno», presenta una redacción distinta a la citada más arriba, de 1859, del historiador colombiano José Manuel Restrepo, quien sin duda tuvo acceso al documento original. En la bolivarista versión en línea no fotografiada sino digitalizada (documento 304, Correspondencia Oficial, período 7AGO AL 31DIC 1813) faltan las tildes arcaicas reproducidas por el historiador, y no leemos «donde todos los europeos y canarios casi sin excepción, han sido pasados por las armas», sino «donde todos los europeos y canarios MÁS CRIMINALES han sido pasados por las armas» (http://www.archivodellibertador.gob.ve/escritos/buscador/spip.php?article9861). Vaya discreta diferencia…

    Otra misteriosa particularidad en este Archivo del Libertador en manos del «gobierno» venezolano es la ausencia de la Gaceta de Caracas núm. 52, del 3 de enero de 1816, redactada por José Domingo Díaz y dedicada a Boves. Menuda y elocuente «omisión».

    El punto es que la República arrancó y se mantuvo a base de una interminable serie de invenciones y adaptaciones acomodaticias que se proyectan al infinito, burbuja dentro de la cual nosotros hemos estado viviendo por dos siglos sin saberlo (mediocrizados y engrupidos).

    ¿Luego cómo pedirle peras al olmo…? Al venezolano lo encapsularon en los conceptos de Independencia y Libertad, y luego lo obligaron a tragarse a sí mismo en esa capsulita feliz.


    Independencia y Libertad son palabras positivas, perfectas para mentir. Demasiadas generaciones ha pasado el venezolano embaucado en esta propaganda, creyendo que su país realmente fue liberado y que es la «cuna de la libertad»; que Bolívar, «El Libertador», además le transfirió una especie de pedigrí paladinesco, libertario. En consecuencia, ahí tenemos a la criatura, el venezolano, un individuo que se siente superior, sobrado. Lo hemos visto recientemente invadiendo fronteras guapetonamente, bandera en mano y sobre todo creyendo dejar el gentilicio en alto…

    A tales logros creativos de la personalidad idiosincrática llegó una propaganda que no fue lanzada en territorio baldío, sino predispuesto, con seres vegetantes plácidamente prendidos a la exuberante naturaleza del entorno, en la edénica variedad de cinco climas para el disfrute. Oh corral perfecto para la granja humana, pronto dócilmente auto convencida de pertenecer a un linaje superior. Como remate, en los años 60 y 70 del siglo XX llegaría a los venezolanos la confirmación de su origen providencial en la forma de una inaudita bonanza petrolera, con la que ningún otro país del continente podía soñar siquiera. Hete pues aquí al venezolano resumido: hijo del Libertador, dueño del Paraíso, y rico sin mover un dedo.

    «Un portento envidiable», que ya parecía felicitarse para sus adentros. No obstante, sabemos cómo terminan estos fiascos, estos paraísos huecos cuando se carece de una historia real que sustente el discurso aprendido, y donde las bases culturales para enfrentar las circunstancias brillan por su ausencia. Terminan indefectiblemente en un desastre como el presente, en que todo está apoyado únicamente en propaganda y falsa academia.

    Nuestro pillaje original, es y ha sido nuestra única escuela. El modelo histórico reciente y empírico de nuestra naturaleza. No otro ha sido el ejemplo recibido en doscientos años, sino esta cultura caudillesca: saqueo, expropiación, despilfarro. No iba a convertirse luego por arte de magia, de la noche a la mañana, en otra cultura distinta frente a la citada bonanza. El país se vino abajo con una rapidez prodigiosa, proporcional a la viveza criolla «independentista», «libertadora». Quedamos en bandeja de plata para la depredocracia socialista y sus caudillos de la venganza, que venían calentando los motores de sus podadoras humanitarias y entraron al rescate del pueblo (su manjar) a la hora H ataviados con los símbolos inagotables del mismísimo republicanismo bolivarista inicial.


    A estos símbolos una sociedad pre-condicionada para el adulamiento los esperaba con los brazos abiertos. Henos pues de lleno en la dimensión del eterno retorno de las taras adultas, nivel autónomo, soberano. Los triunfos revolucionarios comienzan siempre por una repartición de gratuidades, el resto del decorado lo completa la sensiblería patria y libertaria, basada nuevamente en nada real. El ex-país deviene quincalla.


    Pero entonces explota la realidad. Y el enfermo no mejora, su reacción es hacer un comercio del infortunio. Surgen las campañas plañideras. Otros hacen sus agostos convirtiendo la desgracia en auto promoción artística; algunos hasta ofrecen servicios jurídicos fraudulentos al emigrante.


    Y es que la viveza criolla trasciende siglos y diásporas. Es la misma viveza criolla de los criollos separatistas de 1810, con la cual se fundó Venezuela en República por fuerza y exterminio. Ya un tercio de la población pereció, mientras que otro huyó por su vida. Ambos expelidos por una viveza congénita que luego se hizo monumento auto blanqueado en perfiles de próceres romanizados, en mármoles encargados a París y Florencia, en mitología épica oficialista, en educación histórica artificiosamente pétrea.


    Pero el tamaño de la farsa se mide por el presente. El fiasco comenzó en el siglo XIX con el oportunismo de una minoría hacendada, megalómana, privilegiada, contrabandista, esclavista, afrancesada. Esclavista. En el caso de Bolívar, resentida.

    Un antiimperialismo por teoría, un desastre parricida por práctica. Una revolución llegada al poder para no hacer otra cosa con él… que nada. Una letanía destructora, grandilocuente, pero auto excusatoria, victimista. Justo como la chavista del presente. Los mismos efectos, por las mismas causas.


    ¿No se necesita como mínimo una sociedad consciente?


    Cómo duelen los venezolanos, no están equipados para entender el universo ficcional en que fueron moldeados. La ignorancia en que han flotado por generaciones al margen de la realidad histórica los trasciende.


    ¿Cómo van a rebelarse, sin volver a ser recuperados por los mismos de siempre? Con esa gigante muralla simbólica de la independencia que ellos mismos proyectan al levantarse, y que antes de pestañear los separa de España, no hay paso posible hacia la hispanidad, acercamiento viable hacia la fuerza real que les dio el ser.


    Ningún contacto con su identidad profunda, constructora de mundos sin precedentes, fértil por sus propios méritos, no por bonanzas caídas del cielo, aun menos por salvadores improvisados en sustitución de la Cruz de Borgoña.


    Hay que sacar pues al intruso interior, ese intermediario hacia la nada…


    Menuda tarea en tan adverso, hostil y quasi amazónico follón.


    Demasiada empresa, ciertamente, mas no imposible para el genio español (a condición de que lo ubiquemos dentro y expulsemos al usurpador).


    Cuestión de fe y de hacer. Historia probada, con creces. Mandato isabelino, vigente…


X. P.

2 comentarios:

Carlos Pinto dijo...

"Bolívar, «El Libertador», además le transfirió una especie de pedigrí paladinesco, libertario. En consecuencia, ahí tenemos a la criatura, un individuo que se siente superior, sobrado… La hemos visto recientemente invadiendo fronteras guapetonamente, bandera en mano, y sobre todo dejando el gentilicio en alto… "
"Hete pues aquí al venezolano resumido: hijo del Libertador, dueño del Paraíso, y rico sin mover un dedo. «Un portento envidiable», se dedicaría a decir para sus adentros."
"Cómo duelen los venezolanos, no están capacitados para entender el universo ficcional en que fueron moldeados. La ignorancia en que han flotado por generaciones al margen de la realidad histórica, los trasciende. ¿Cómo van a rebelarse, sin volver a ser recuperados por los mismos de siempre? Con esa gigante muralla simbólica de la independencia que ellos mismos proyectan al levantarse, y que antes de pestañear los separa de España, no hay paso posible hacia la hispanidad, acercamiento viable hacia la fuerza real que les dio el ser."
Simplemente sublime, yo le llamo grandeza artificial. Algunos borraron la identidad originaria de la geografía del sur y decidieron "aprovinciar" en tierras llenas de fertilidad con menos hostilidad elemental. Como era de esperarse, la comodidad engendró sátrapas, hombrecitos y mujercitas dispuestos a voltear la mirada hacia otro lado mientras de la forma más vil y con el escudo de la opulencia (de esa riqueza sin mover un dedo) supieron manipular al débil, al de las manos sucias; aquel que se atrevía a alzar su voz era diezmado...
Ahora los ríos de sangre de la época (antigua y actual) tienen mucho más sentido, se trata de hombrecitos y mujercitas enfermos de poder y aterrados por perder sus condiciones parasitarias y dantescas, es como si vivir en aquellos 7 pecados capitales fuese la representación de la gloria misma.
Pierdo la esperanza cada vez que la mentira se fortalece, es que hasta en nuestro canto patriota "Gloria al bravo pueblo... Que el yugo lanzó... La ley respetando... La virtud y honor" hacemos oda a esa grandeza artificial, ese portento envidiable al que muy elocuentemente hace referencia.
Excelente publicación.

Xavier Padilla dijo...

Gracias, Carlos.