jueves, 16 de enero de 2020

¿PARAGUAS O CASCO?


¿PARAGUAS O CASCO?

Por Xavier Padilla 


Un lector indignado por mi hilo me pregunta: «¿De dónde sacaste tanta basura y tantas falacias acerca de Simón Bolívar? Porque si tú vives en Francia, sólo vas a encontrar puras bestialidades escritas por los españoles allá».

Muy Señor No Mío, todo está documentado desde la época... Simplemente, todos hemos sido embaucados con este semi-dios de Bolívar; nuestra bastarda republiquita de 200 años, su independencia y su parafernalia de plazas y próceres es una gran farsa. Ud puede creer lo que quiera, pero no importa hoy en día dónde vivamos paraenterarnos. Busque Ud mismo, y llévese un paraguas porque le lloverán los datos. O mejor un casco, porque la paja esa que lleva en la mollera, de una cruel España (la del yugo y del sanguinario imperio), no amortiguará el peso. Usted, como el resto de la población venezolana, pero también más o menos la de cualquier latitud (incluso la española actualmente), porta la leyenda negra anti española como un chip en el hipotálamo, aquel triunfo de la propaganda con que lograron justificarlo todo, lo indecible, la barbarie contra el Nuevo Mundo; la de aquellos traidores que Ud, el ciudadano común, el peatón lamda, venera y perpetúa en la más inconsciente, inocente, desinformada y contradictoria arrogancia. Revise sus orígenes en vez de negarlos (que tiene bastante de español, por la foto, pero de español lobotomizado, como prácticamente cualquier —repito— venezolano). Descendemos de un exterminio del cual ni tenemos memoria. Cuando le hablen de Boves y Monteverde, vaya a ver cómo comenzó la monstruosidad, y por qué los ejércitos realistas y anti revolucionarios estaban compuestos casi en su totalidad por criollos de todas las clases sociales. Vaya a ver por cuáles intereses sólo una minoría mantuana «insurgió» contra nuestro Reino (que así lo llamábamos con orgullo los venezolanos, excepto un criollo afrancesado, aspirante al tropical trono). Hoy es facilísimo encontrar las verdaderas razones detrás de todo, si se aventura Ud fuera de las fuentes escolares y oficialistas del mito que ha formateado a un país durante 200 años, administrado por todas las élites subsidiarias del poder gracias al triunfo de Bolívar, gracias a la victoria de ese burdo secesionismo que llamaron independencia. Vaya a ver lo que éramos como nación española, abarcando lo comprendido entre la península ibérica, la Patagonia, el Canadá y las Filipinas: ciudadanos de la primera economía mundial y de la moneda internacional (el Real de a Ocho); y vea lo que es el continente americano desde entonces: un territorio desmembrado en países y comunidades enfrentadas, que jamás se recuperaron ni volvieron a alcanzar su nivel de vida ni de integración (descrito en detalle por Humboldt en 1800 —lo cual convierte el proyecto de la Gran Colombia en un chiste— ), entre otras cosas porque fue gracias a la caída del imperio español, precisamente propiciada por la revolución cipayo-británica de Bolívar, que Estados Unidos se pudo (ayudado por la propia España en respuesta a Gran Bretaña), expandir sobre lo que habían sido tierras españolas, y devenir el enorme país que eventualmente devino. Y luego, como lo que heredamos de dicha oportunista revolución mantuana fue la traición, el pillaje y la componenda, nunca hemos superado la «gracia» que cometimos con la bendita «independencia». De todas maneras, de aquella «tierra arrasada», con más de un tercio de la población exterminada (en una guerra que fue la más larga del continente, sangrienta de 15 años), no era probable que surgiésemos y no pudimos, de hecho, surgir, ni remotamente alcanzar lo que éramos, hundidos en el atraso como quedamos. Ni siquiera el petróleo nos salvó de la cultura de rapiña patriota que de nuestra flamante casta libertadora heredamos. Sepultados, sobre todo en el falso discurso independentista de una narrativa anti histórica, deformante, anti española que aspira a echar por tierra nuestro verdadero acervo: la colosal epopeya inter-civilizadora que fue el Nuevo Mundo. Claro, muy violenta al comienzo, porque así son todos los comienzos, y todos los comienzos son conquistas; pero también porque la región ya era muy violenta ella misma. ¿Por qué tanto alarde indigenista en el discurso secesionista, sino para ocultar un deseo de convertir lo obvio en un secreto a voces: que fue sólo con la alianza masiva de las poblaciones locales que se logró bajar dicha violencia? Muchas poblaciones, dicen los cálculos, se habrían extinguido de haber llegado los españoles algunas décadas más tarde, habrían desaparecido exterminadas por las industrias de sacrificio y canibalismo religioso de las prerrogativas imperiales incaica y azteca. Esto no es hacer leyenda rosa a la inversa. Sus víctimas eran etnias virtualmente en vía de extinción, que se unieron a los españoles en lo que terminó siendo el establecimiento y desarrollo de una nueva sociedad jamas vista, en la cual, 300 años más tarde, había más de 25 universidades y un nivel superior de vida (por ejemplo en los Virreinatos de Nueva España, Nueva Granada, Perú y Río de la Plata) al británico, alemán, holandés (en ciertos casos incluso al español peninsular). Lea en cambio cómo todo cambió con los susodichos «patriotas». No necesita leer a españoles, por cierto, lea a colombianos, argentinos, ecuatorianos, peruanos, mejicanos. Y a también ingleses y estadounidenses. En todo caso, historiadores hispanoamericanos no faltan. Solamente en Venezuela faltan —aunque los hay agazapados—, por haber sido el país más devastado por la guerra y el genocidio bolivariano, y por ser el país donde la tesis bolivarista ha dominado más, hasta volverse cultura (pues la nuestra es una historia también escrita por vencedores). Venezuela, en su actual crisis humanitaria, tiene también escasez de historiadores que puedan desprenderse del mito y hablar con libertad. Y el principal grillete es cultural. El país adoptó para seguir su camino a una figura referencial que castró con una revolución injustificada su destino; una que representa en realidad una épica históricamente errada, hoy por hoy sedimentada en un romanticismo marmóreo, que es imperativo romper. Aquí le dejo, para que luche su propia batalla de desintoxicación, una conferencia dictada por un colombiano, llena de estadísticas y fuentes históricas, que le cambiará la ingrata y errática idea que Ud tiene de España: el Reino imperial atípico, generador en vez de depredador, que fue nuestro verdadero país, como oriundos hijos legítimos que fuimos de la antiguamente digna y feliz Provincia de Venezuela; y en cambio, desde hace 200 años, como hijos bastardos, que ahora somos, ilegítimos de la triste República venezolana.

No olvide el casco: youtu.be/daxOqREcTz8

X. P.

2 comentarios:

Rey Pinto dijo...

Muy Interesantes sus artículos,me preguntó porqué "evolucionamos"(todos los países de la América Hispánica) desde nuestra independencia de una forma tan diferente a cómo lo hizo Estados Unidos, país donde también la ambición económica disparó los deseos de independencia, tendrá qué ver con aquello que Fco Herrera Luque llamó La Huella Perennne refiriéndose a la diferencia entre los colonos ingleses que llegaron a América y los Españoles aventureros que se asentaron en nuestras tierras.

Miguel Angel Guerra dijo...

Excelso su artículo. Un resumen magistral de la verdad verdadera de la historia de esta tierra que era de gracia al principio y después del mantuanismo alzado y feroz se convirtió en tierra de desgracia. Increible que el común de los venezolanos tengan tantos complejos raciales e históricos y que no se den cuenta de la realidad que los golpea todos los días y a cada momento; no estudian, no analizan, no comparan y no deducen. Les gusta vivir de una mentira que les insuflaron desde la casa hasta la escuela, condimentado con complejos de piel y tradiciones que tergiversan en sus orígenes. La mentira de doscientos años ha sido brutal. Felicitaciones.