miércoles, 15 de enero de 2020

CRIMINAL UNIVERSAL


CRIMINAL UNIVERSAL
Por Xavier Padilla

¡Cojan palco! Vean a Bolívar MENTIR por escrito, negando jamás haberse cometido bajo su mando crímenes como los que le son reclamados el 28 de noviembre 1814, y por los cuales, en su respuesta firmada, encima protesta. Pero no contaba con la inteligencia de José Domingo Díaz, quien obtiene las pruebas y publica todo, 6 meses más tarde, en la Gaceta de Caracas:

GACETA DE CARACAS (N° 14) DEL MIERCOLES 2 DE MAYO DE 1815.
VENEZUELA. CARACAS

[Redactada por José Domingo Díaz, a quien leemos a continuación:]

Es muy digno de ponerse a la consideración del público el oficio siguiente: [escrito por Simón Bolívar en respuesta a un oficio recibido el mismo día, enviado a él por el Ciudadano Secretario de la guerra del Gobierno General, en reclamo por los hechos aludidos]

«Tengo el honor de contestar [escribe Bolívar] el oficio de V. S. de esta fecha en que me participa el suceso de los desgraciados españoles que han sido sacrificados ilegal e injustamente por el oficial encargado de conducirlos a la presencia del general Urdaneta. Este acontecimiento es único en la historia de nuestra milicia, y más extraordinario por su esencia, que por los resultados que de él puedan derivarse. Jamás en Venezuela se ha cometido un acto tan chocante y tan reprehensible... y yo protesto a V. S. que será el último como es el primero. La gloria de la república se ha fundado siempre en la gloria de nuestras armas, y éstas nunca habrían brillado, si los que las llevan no hubiesen sido un raro exemplo de sumisión al Gobierno. Estoy poseído de la más alta indignación por este hecho, que a mis ojos es más escandaloso que cuantos han precedido en nuestra espantosa revolución.
    Las órdenes que V. S. reclama serán mejor cumplidas que dadas. Dios, c. Cuartel general de Tunja 28 de noviembre de 1814. -Simón Bolivar.-C. secretario de la guerra del
Gobierno general.»

[Y ahora comenta José Domingo Díaz]

Venezolanos: en muestro idioma no hay una palabra capaz de expresar suficienfemente esta especie de descaro. Vosotros que fuisteis testigos de sus bárbaras atrocidades, juzgadle.
    Cuando toda la superficie de Venezuela está manchada con la sangre de hombres inocentes y pacíficos sacrificados a su insensata y desmesurada ambición; cuando centenares de familias lloran en la horfandad y la miseria la muerte injusta de sus padres, o de sus esposos; cuando todavía se oyen con lágrimas los nombres de Iparraguirre, Sánchez, Arizurrieta, Madariaga y otros muchos que merecieron el aprecio universal por la bondad y dulzura de sus costumbres, ¿te atreves, Inhumano, a decir a la faz del mundo que: jamás en Venezuela se ha cometido un acto tan chocante y reprehensible, ni sido sacrificados los españoles ilegal e injustamente?
    ¿Te has olvidado acaso de la inmensa y horrible serie de crímenes con que llenaste los once meses de tu usurpacion, e hiciste desaparecer a tantos hombres dignos de mejor suerte? ¿No eres tú mismo aquel a quien dije desde la isla de Curazao en 30 de sep-
tiembre de 1813 “Sí: has cumplido con exactitud ese convenio insolente. Desde vuestras pobres y ensangrentadas sepulturas en que ya descansáis, hablad vosotras cenizas raspetables de más de cuatrocientas víctimas que habéis sido sacrificadas a la ambicion más desenfrenada, en medio de los insultos más atrevidos. Hablad vosotros innumerables españoles que gemís en las bóvedas de La-Guayra, después de haber sido públicamente robados por el depositario de vuestra libertad. Y vosotros que ya descansáis para siempre de vuestros males, después de la agonía de una muerte pérfida conducidos al hospital de aquel puerlo, cuya santidad e inmunidad jamás vio pueblo alguno, hablad también y publicad cuáles fueron vuestras últimas agonías.”?
    ¿No eres tú mismo a quien dije en 24 de diciembre del mismo año: ”Tú sí, hombre cruel, que en el furor de tu desenfrenada ambición has ejercido por medio de tus más crueles ministros cuantos actos de inhumanidad han podido inventar la rabia, el temor y la venganza. Vuelve los ojos a esas estrechas prisiones de La-Guayra, en donde tienes sepultados todos los europeos y canarios que se libertaron del asesinato con que señalaste tu entrada, y todas las tropas que entregaron las armas bajo la salvaguardia de un tratado. Mira a cada dos con un par de grillos: con ese nuevo e inaudito género de tormento, en donde las incomodidades del uno se hacen comunes al otro, y en donde se ha visto ya tener un cadáver por compañero inseparable de muchas horas. Mira esa multitud de hombres venerables, cuyas costumbres y beneficencia han honrado a nuestra patria, desnudos, desollados por el calor, respirando una atmósfera ya pestilencial, traspasados de hambre, cubiertos de miseria. Mira ese alimento que les franqueas: ese groserísimo alimento de pocas onzas de legumbres, y otras pocas de plátanos. Mira comerlo mezclado con sus elocuentes lágrimas a esos mismos que en otro tiempo franquearon sus caudales para que vuestros colegas fuesen tratados con abundancia en esas propias prisiones. Mira esa multitud de honrados, cuyas espaldas has despedazado con azotes, bañados en llanto, más por esta ingratitud que por sus dolores. Mira, en fin, ese crecido número de cadáveres que diariamente salen de las mazmorras, llevando en sus negros y desfigurados semblantes la verdadera imagen del criminal que los ha sacrifcado. ¡0h compatriotas, cuya probidad y rubor todavía existen a pesar de tan funestos ejemplos, volved también vuestros ojos para
compadecer a las víctimas, y maldecir al tirano!”?
¿Qué respondiste entonces? ¿Qué respondieron tus bajísimos aduladores? Dí. Ni tú hiciste, ni ellos hiciéron otra cosa que llenar tu miserable gaceta con calunnias e injurias las más atroces e indecentes. Se dirigieron a mi persona, y se desentendieron aun de poner en duda los crímenes que para que fuesen tú y ellos conocidos, yo presentaba a todo el mundo. Los confesaste con tu silencio; aunque no podías negarlos delante de un pueblo que los miraba.
    ¿Qué ejecutaste cuando las victoriosas tropas de Boves hicieron desaparecer por la primera vez en La-Puerta las que mandaba Campo Elías? ¿Qué hiciste? Dí. ¿Te has olvidado acaso de tu famosa orden de 8 de febrero? ¿De aquel rasgo de cobarde ferocidad a que no igualaron Tiberio ni Calígula? ¿Vives tranquilo, o a todas horas no se presenta a tu memoria esa orden del asesinato universal?
    Inhumano, que ahora lleno de una grosera hipocresía te presentas entre los pueblos de Santafé negando las maldades con que desolaste nuestra patria: tú fuiste quien presentó al universo las sangrientísimas escenas de febrero. Tú fuiste, tú que ahora ło niegas, quien hizo morir de los modos más inauditos y escandalosos tantos centenares de hombres inocentes: a nuestros amigos, a nuestros conocidos, nuestros más apreciados. Tú quien dejaste tantas viudas y huérfanos miserables y desconsolados. Tú quien hizo a
Venezuela el objeto de abominación de todos los hombres.
    Bárbaro: yo he nacido como tú en este suelo desgraciado: siento todos sus males como quien más puede sentirlos: y siendo tu conocimiento uno de sus principales remedios, no descansaré mientras no te conozcan todos.
    Pueblos sencillos de Santafé, que abrigáis el más cruel de todos los hombres, leed en los siguientes documentos su corazón, la verdad que merecen sus palabras, y la suerte que os espera.

[A continuación José Domingo Díaz pública los partes de guerra enviados a Bolívar por su subordinado, Leandro Palacio, comandante general de la Provincia. Dichos partes corresponden a esta orden de Bolívar: «Señor Comandante de La Guaira, ciudadano José Leandro Palacios. Por el oficio de US. de 4 del actual, que acabo de recibir, me impongo de las críticas circunstancias en que se encuentra esa plaza con poca guarnición y un crecido número de presos. En su consecuencia, ordeno a US. que inmediatamente se pasen por las armas todos los españoles presos en esas bóvedas y en el hospital, sin excepción alguna.
Cuartel General Libertador en Valencia, 8 de febrero de 1814. 2°, a las ocho de la noche.
SIMÓN BOLÍVAR.”]

[LOS PARTES]

No 116. — En obedecimiento a orden expresa del Excmo. Sr. General-Libertador para que sean decapitados todos los presos españoles y canarios reclusos en las bóvedas de este puerto, se ha comenzado la ejecución pasándose por las armas esta noche ciento de ellos. Y lo comunico a V. S. para su inteligencia. Dios, &c. Guayra 13 de febrero de 1814. 4.° y 2.° -Leandro Palacio. —C. comandante general de la provincia.

N.° 119. — Ayer tarde fueron decapitados ciento cincuenta hombres de los españoles y canarios encerrados en las bovedas de este puerto, y entre hoy y mañana lo será el resto de ellos. Lo participo a V. S. para su inteligencia. Dios, &c. Guayra febrero 14 de 1814, 4.° y 2.° -Leandro Palacio. C. comandante general de la provincia.

N.123. — Ayer tarde fueron decapitados doscientos quarenta y siete españoles y canarios, y sólo quedan en el hospital veintiún enfermos, y en las bóvedas ciento y ocho criollos. Lo participo a V. S. para su inteligencia. Dios, &c. Guayra 15 de febrero de 1814, 4.° y 2.° -Leandro Palacio.-C. comandante general de la provincia.

N° 126. — Hoy se han decapitado los españoles y canarios que estaban por enfermos en el hospital, último resto de
los comprehendidos en la orden de S. E. Lo que participo V. S. para su inteligencia. Dios, &c. Guayra febrero 16 de 1814, 4. y2.° -Leandro Palacio.-C. comandante general de la provincia.
    Se servirá V. S. elevar la consideracion del Excmo. general en gefe, que la orden comunicada por V. S. con fecha del 18 de este mes se halla cumplida, habiéndose pasado por las armas, tanto aquí como en La-Guayra, todos los españoles y canarios que se hallaban presos en número de más de ochocientos, contando los que se han podido recoger de los que se hallaban ocultos. Pero habiéndose presentado a este gobierno y al político un número de ciudadanos beneméritos garantizando la conducta de varios de los individuos, que según la citada orden de 8 de febrero debían ser decapitados, he creído deber condescender para evitar qualquiera entorpecimiento en el cumplimiento de la dicha órden, esperando las ulteriores
disposiciones de S. E.
    Incluyo à V. S. copia del oficio que he pasado sobre este particular al C. gobernador político, y la lista que me ha remitido a fin de que determine S. E. lo que tenga por conveniente. —Dios, &c. Caracas 25 de febrero de 1814, 4.° y 2.°
(*) -C. secretario de la guerra.
(* Este oficio está sin firma. Al margen tiene lo siguiente: S. Mateo, marzo 3: Enterado: al C. secretario de gracia y Justicia. ≈Montilla. ≈Fue un olvido la falta de firma, y debe ser de Arismendi, entonces gobernador militar de
esta ciudad.)

[Prosigue a comentar José Domingo Díaz]

Cruel, esta es tu obra, estas tus hazañas, tus glorias militares. Huyes en el campo entregando tus soldados al arbitrio de tus vencedores, y asesinas fríamente en los pueblos a los hombres indefensos y pacíficos. Allí sacrificas a tu ambición tus sencillos compatriotas, y aquí a tu temor y a tu codicia los que por tantos años han sido tus conciudadanos. Esta es tu obra: la obra de tu
brutal y detestable política.
Jamás en Venezuela, dices, se ha visto, &c. Impudente: responde. ¿A qué fin publicó por tu orden tu ministro Muñoz Tébar su manifiesto de febrero de 1814? ¿Qué contenía? ¿Qué procuraba justificar con sus pueriles, falsas e insignificantes razones? ¿Te has olvidado acaso de este escrito que pubicaste, y que todo el mundo ha visto? Acuérdate. Pensaste con él dar algún colorido de racionalidad a tus bárbaras atrocidades.
    ¿Qué fin tuvieron los infelices enfermos y heridos, que a su retirada de Bocachico dejó el valiente Boves en los hospitales de la villa de Cura? Acuérdate. Un oficial tuyo los asesinó en sus mismas camas, sin que su situación fuese bastante a detener el brazo de aquel digno compañero de tus maldades.
    ¿Dónde están los desgraciados que después de muchos meses de las más horribles prisiones, sufridas contra tus palabras y juramentos, y en desprecio de solemnes tratados y promesas mandaste que fuesen conducidos a la plaza de Puerto Cabello para ser allí cangeados? ¿Qué se hicieron? ¿Cuántos se cangeáron? Acuérdate: veintidos: los demás, o fueron asesinados en los caminos, o perecieron de hambre, de insultos y fatigas.
    ¿Qué se hicieron 200 enfermos que se hallaban el 28 de enero último en los hospitales de Guasdualito, cuando tus agentes estuvieron pocas horas apoderados de aquel pueblo? Acuérdate: sus cabezas fueron conducidas a Pore. Por ellas hubo regocijos y fiestas públicas: y aquel nefando asesinato que solo tú y tus viles aduladores pudieron aprobar, fue celebrado como el triunfo del valor.
    Has desolado nuestra patria: has hecho degollar, o degollado la juventud de Venezuela: se han destruido sus pueblos, quemado sus campos, y aniquilado su comercio. Esta es tu obra. Ve aquí tus proezas: no lo niegas : tú mismo la llamas ‘nuestra espantosa revolución.’ Sí: tuya es; glóriate de ver los caminos públicos cubiertos de esqueletos, y familias enteras desaparecidas, o en la indigencia. Algún día cuando la eterna sabiduría que te conserva para castigo de los pueblos haya llenado sus incomprehensibles designios, entonces cayendo sobre ti todo el peso de su justicia expiaras tus horribles crímenes, como han expiado los suyos muchos de tus cólegas. Tiembla: ese día terrible ya se acerca: e ¡infeliz de ti si entre tanto vives tranquilo sin que la sombra de tus innumerables víctimas no te persiga a todas horas!
    Esos desgraciados pueblos de Santafé que Dios ciega para que no te comozcan, ni recuerden tu primitiva conducta hacia ellos, digna por lo menos de su desprecio; esos pueblos comienzan a ser la presa de tu ambición. Les das ya en recompensa de su credulidad los males que te son inseparables, y muy en breve toda la superficie de su territorio presentaría el mismo espectáculo a que has reducido nuestra patria, si el mejor de todos los reyes no hubiese dado una ojeada de compasion sobre ellos, y nosotros. Doce mil hombres de los que vencieron a Napoleón Bonaparte en tantas batallas, y de quienes cuando los desprecias, tiemblas, y algunos otros miles de aquellos cuya ferocidad ya conoces, van a arrancar de tus manos parricidas esa incauta presa que devoras, y con cuya sangre te saboreas. Se ha pasado ya el tiempo de tus imposturas: poco importa tu hipocresía, menos tu descaro, aun menos tu desesperación. Sabes que la sangre inocente que derramaste, va a ser vengada dignamente. Sábelo; y cuando veas los leones que despedazaron las águilas de Bonaparte: cruel, tiembla.

Caracas abril 30 de 1815. —José Domingo Díaz.
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A continuación, las fotos de la Gaceta original.

X. P.









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