sábado, 19 de noviembre de 2022

¡Basta con Sabernos!


Por Xavier Padilla

Haber sido arrancados de España, o sea de nosotros mismos (porque éramos ella, no de ella), no sólo fue un ultraje sino un daño inconmensurable para nuestro destino. Pero que nos hayan contado que con ello fuimos supuestamente liberados, es espectacularmente ridículo. No habiendo provincias más libres en otros reinos, ni más prósperas ni más apacibles, como ilustres extranjeros lo constataban en nuestro suelo, ¡creerlo es de pendejos!

    Los hispanoamericanos no somos un accidente antropológico, emergimos como un fenómeno civilizatorio con muchas capas de sedimentada, sólida cultura ascendente: Grecia, Roma, Hispania, España, el Nuevo Mundo. Saber quienes somos es imperativo, así como comprender que con la revolución secesionista (mal llamada independentista) pasamos a ser un amasijo fragmentado de repúblicas pobretuchas y dependientes; saber que como parte consubstancial del gran imperio español pasamos de ser la potencia mundial de entonces a encarnar el gris mosaico de un nuevo estrato residual, ente ahora sí colonial, llamado Tercer Mundo (y ello por vía de traición y parricidio); saber que empezamos a vivir desde entonces como poblaciones sin memoria, huérfanas, regidas por la plutocracia mantuana tras su parricidio de nuestros tatarabuelos (revolucionaria, esclavista, creadora del mito de Bolívar para heredarlo y seguir al mando de una patria espuria, corrupta, impostora y codiciosa). Debemos recuperar la memoria y nuestra verdadera identidad, volver a saber que el país llamado Venezuela es y siempre será una sublime provincia, creada por los pioneros españoles y su reino hace quinientos años, no por unos hacendados contrabandistas hace doscientos; una provincia de tantas donde España, al crearla, se re-creó también a sí misma, porque no posesionó sin crear, ni creó sin ser recreada al obrar, sin ser poseída en su obra. Vió su lengua adquirir otros matices, entre tantos climas y nuevas semblanzas, donde la fusión interracial no era sólo un compartido humano deseo, sino un Real deseo (contrariamente a lo proyectado hasta entonces por ningún imperio).

    Fue lo propio de sus exploraciones y conquistas, con las que siempre fue dejando de ser exclusivamente peninsular, para devenir más cosas, demasiadas para enumerar, entre ellas mestiza, múltiple, diversa; portadora en las Américas de una esencialidad hispánica rectora y constructiva, pero ya novedosa también para sí misma; plurirracial bajo una misma lengua, una misma religión, una misma jurisprudencia; una misma pero nueva ética y moral estatutarias, de tradición salamanquesa en el Derecho, que ahora reflejaba un inédito universalismo con sus Leyes de Indias.

    Nosotros hoy, venezolanos provenientes de ello (como todos los «hispámers»*), simplemente no vamos a poder llegar muy lejos con sólo quitar de en medio a un mórbido régimen tiránico como el chavista: hay que saberlo, regresaríamos a la misma ignorancia anti histórica del credo bolivarista, por igual compartido por todos los sectores y estratos de la sociedad. Cuando te arrebatan hasta el derecho de saber que ancestralmente has sido parte de un proyecto que estuvo a la vanguardia del mundo, y comprendes que hoy te encuentras ante un simple heredero final del secesionismo mantuano, que viene a arrasar a Venezuela por segunda vez, es entonces el momento de restaurar la historia gallardamente, crear consciencia pública desmontando la propaganda antiespañola negro legendaria, cuyas falsedades actúan en nuestra sociedad como un dispositivo de disociación contra nuestra intrínseca hispanidad.

    Cualquier sociedad que por manipulación ideológica se encuentra en conflicto con sus orígenes funciona contra estos —y por ende contra sí misma— en favor de la manipulación. Termina regresando indefectiblemente a los designios de ésta, sobre todo cuando la misma tiene varias fachadas, varios colores, varias caretas. Los individuos giran en torno a estas ilusorias opciones creyendo actuar libremente, porque el vínculo entre ellas, mientras no sea cuestionado, expuesto ni desmontado en su propósito fundamental, como lo es la disociación anti hispánica (presente en toda la simbología independentista, republicana y bolivarista), es invisible. Así, dicho propósito, que no es otro que el de una ideología (la ideología fundacional del país llamada «república») es imperceptible si su contenido no es develado.

    La República como tal, como ideología basada en una independencia que no fue tal, funge pues en el individuo como una licencia ciudadana de independencia de su persona con respecto a la hispanidad, lo aleja de ella, la convierte a lo sumo en una opción. Pero la esencia no es una opción para el ser, es parte del ser; y el venezolano, tanto como vaya a postrarse ante el chavismo como ante el sector más opuesto, o ante toda la gama intermedia entre uno y otro extremo, se verá siempre, 360º a la redonda, ante el mismo anti hispanismo subyacente de la ideología republicana fundacional, que lo separa de su esencia y que proviene de la falsa independencia y sus intocables próceres y símbolos patrios. No tiene salida por esa vía; a menos, claro está, que por sí mismo, mediante un acceso a la información histórica veraz, consiga desideologizar el concepto de República y logre reconciliarse con su hispanidad, con su esencia. Que no tiene que ser perfecta: basta ser uno con ella, porque de allí se abre la puerta a una inmensa recuperación de fraternidades ultramarinas y continentales, que son el futuro mismo de tantas sociedades gemelas.

    Ni siquiera es un capricho, es que no hay futuro sin regresar a la fuente, al proyecto original, a la gran empresa interrumpida. Un foco de luz sobre la historia puede traer de vuelta esa empresa a las conciencias. Proyecto aún vigente, de fuerza superlativa.

    ¡Basta con sabernos!

    Pero la realidad actualmente es muy otra, nos ignoramos olímpicamente, y si nada llega a las mentes siempre tendremos, por oposición al chavismo, a un chavismo de relevo, ora mantuano, adeco, psuvero. Todos unidos a su contrario por la misma fila de próceres anti españoles, por la completa fila de Presidentes herederos (sin excepción bolivarescos, panteonescos). Tristemente Venezuela sigue disputándose el retrato del genocida de nuestros tatarabuelos, con su ejército de 7.500 mercenarios extranjeros. ¿Qué político, comunicador o intelectual venezolano hoy por hoy está siquiera remotamente consciente de esto? A lo sumo habrá uno que otro lerdo que diga que Bolívar, como todo hombre, tenía defectos…


X. P.


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(*) hispámers = hispanoamericanos (neologismo del autor)

1 comentario:

Savenda dijo...

Qué gusto leer tus artículos, tan certeros!